Mujer, afroamericana y activista, Nina Simone era todo lo que incomodaba a Estados Unidos en tiempos de la lucha por los Derechos Civiles. Sin embargo, ella tenía una meta clara, quería ser la primera pianista clásica de raza negra del país, su sueño era tocar en el Carnegie Hall de Nueva York. No lo logró, al menos no acorde a sus expectativas, lo que sí consiguió fue conquistar los escenarios, no sólo de su país, sino del mundo con su inolvidable voz, que la llevó a pasar a la historia como la sacerdotisa del soul.

Nació en Tryon, Carolina del Norte el 21 de febrero de 1933, su verdadero nombre era Eunice Kathleen Waymon y desde los tres años mostró su gran habilidad musical. Su madre era predicadora y era común verla en la iglesia del pueblo, fue ahí donde el piano se convirtió en su instrumento. Su talento era reconocido por su familia y demás miembros de la comunidad, pero fue a la edad de siete años cuando su camino por la música comenzó a tomar forma. A esa edad tuvo una presentación junto al coro de la iglesia, y durante el recital había un par de mujeres blancas entre el público, una de ellas era la señora Mazzanovich, una reconocida profesora de música que durante los siguientes cinco años instruyó a Eunice a través de clásicos como Chopin, Brahms y Johann Sebastian Bach, uno de sus favoritos.

La leyenda de Nina Simone, más allá de su magia con el jazz y el soul, adquirió forma poco después. Antes, Eunice Kathleen siguió estudiando música clásica, mientras ofrecía recitales para recaudar fondos. Sus ahorros le alcanzaron para estar poco más de un año en Julliard, una de las mejores escuelas de música en Estados Unidos, antes de postularse al prestigioso Instituto de Música Curtis en Filadelfia. A pesar de su apabullante postulación, fue rechazada al tiempo en que su sueño y el de su familia por verla como una reconocida pianista afroamericana se eclipsaba.

Su familia se había mudado con ella a Filadelfia, el dinero no era suficiente y ella no tenía opción para continuar sus estudios o al menos seguir practicando, por lo que decidió buscar un trabajo y lo consiguió. Pocos días después de la mala noticia empezó a trabajar como pianista en un bar de Atlantic City. Efecto casi inmediato, Eunice se convirtió en la gran Nina Simone. El nombre artístico lo adoptó cuando condicionaron su participación en el escenario de aquel lugar a que sumara el canto a su espectáculo. Ella nunca había cantado, pero apenas comenzó a hacerlo, todos quedaron anonadados con aquella voz, poderosa y andrógina que sacudió el salón.

“Lo que me hace más feliz es salir a tocar y que haya personas ahí que sientan lo mismo que yo, saber que las conmuevo. Pero para ser honesta, todo esto parece una especie de sueño”, aseguró Nina Simone al ser cuestionada sobre si lo que hacía le permitía ser feliz, mientras estaba en la cumbre de su carrera.

Nina es una variante de la palabra “niña” que era la manera en la que la llamaba su novio de aquel entonces. El “Simone”, lo tomó prestado de la actriz francesa Simone Signoret. Eunice cambió su nombre para ocultar a su familia lo que realmente hacía, pero eso no duró mucho tiempo, pues a la voz de Nina Simone ya la esperaba la industria discográfica. La travesía la llevó a presentarse al prestigioso Festival de Jazz de Newport en 1960 y fue ahí donde conoció a Al Schackman, un guitarrista que se convertiría en su colega y con quien tocaría durante mucho tiempo.

Conforme iba haciendo de la lucha por los Derechos Civiles su propia causa, su relación familiar y la profesional se fueron deteriorando. Nina Simone comenzó a reunirse con los líderes del movimiento, se presentaba en los mítines e incluso participó en la Marcha de Selma a Montgomery en 1965, como muestra del deseo de los ciudadanos afroamericanos de ejercitar su derecho constitucional del voto, desafiando la represión segregacionista. Nina siguió escribiendo canciones con un toque activista, algo que no fue del agrado de su marido.

Aunque Nina Simone representaba cada vez más un referente en la cultura afroamericana, internamente comenzaba a decaer. Siempre fue una mujer de carácter fuerte, solía molestarse y discutir mucho cuando las cosas no salían a su manera. Esa faceta se intensificó y reflejó en la canción de 1966 “Images”, que a través de su letra muestra la dualidad de que llevaba dentro y lo vulnerable que la hacía sentir.

A partir de 1970 su situación empeoró cuando tuvo que dejar Estados Unidos por problemas fiscales. La cantante y amiga de Nina, Miriam Makeba, la convenció de mudarse a Liberia. Posteriormente residió en Suiza y Holanda antes de establecerse en Aix-en-Provence en el sur de Francia en el año 1992. Con el paso del tiempo, Simone se fue apagando, sus amigos la encontraron alguna vez en un estado deplorable y descuidado, intentaron ayudarla y al ser sometida a análisis médicos, pudieron constatar que la Sacerdotisa del soul padecía bipolaridad.

Exiliada en el extranjero buscó regresar a los escenarios durante los últimos años de su vida, ya medicada, y poco a poco su vida comenzó a tener sentido una vez más. En esa época se reencontró con su hija y pudo volver a cantar tras años de no hacerlo.

Falleció el 21 de abril de 2003 a los 70 años pero su voz no se apagó nunca, pues se mantiene viva a través de sus canciones y de todos aquellos artistas y activistas afroamericanos que a diario luchan porque se respeten sus derechos.