Rosa Luxemburgo fue la menor de los cinco hijos de una familia judía de clase media baja de la Polonia rusa. Se involucró en actividades clandestinas cuando aún estaba en la escuela secundaria. Como muchos de sus contemporáneos radicales del Imperio Ruso que se enfrentaron a la cárcel, emigró a Zúrich en 1889. Allí estudió Derecho y Economía Política y se doctoró en 1898. En Zúrich se implicó en el movimiento socialista internacional y conoció a varios destacados representantes del movimiento socialdemócrata ruso, con los que, sin embargo, pronto empezó a discrepar. [1]

La cuestión nacional se convirtió en uno de los temas principales de Luxemburgo. Para ella, el nacionalismo y la independencia nacional eran concesiones regresivas al enemigo de clase, la burguesía. Subestimó las aspiraciones nacionalistas y subrayó el internacionalismo socialista. Esto se convirtió en uno de sus principales puntos de desacuerdo con Vladimir Lenin y su teoría de la autodeterminación nacional. En 1898, tras casarse con Gustav Lübeck para obtener la nacionalidad alemana, se instaló en Berlín para trabajar con el mayor y más poderoso partido constituyente de la Segunda Internacional, el Partido Socialdemócrata de Alemania. Casi de inmediato, se metió en la polémica reformista que dividía al partido. En 1898, el reformista alemán Eduard Bernstein argumentó que la teoría marxista era anticuada y que la mejor manera de lograr el socialismo en las naciones altamente industrializadas era mediante un enfoque gradual, utilizando la actividad sindical y la política parlamentaria. Luxemburgo negó categóricamente esta postura en una de sus grandes obras, Reforma o Revolución (1899), defendiendo la necesidad de la revolución y argumentando que el parlamento no era más que una farsa burguesa. Karl Kautsky, el principal teórico de la Segunda Internacional, estaba de acuerdo con ella, y el reformismo fue rechazado por las organizaciones socialistas tanto en Alemania como en el extranjero, aunque siguió avanzando, especialmente en el movimiento obrero.

La revolución rusa de 1905 fue la experiencia central en la vida de Luxemburgo. Hasta entonces había creído que Alemania era el país en el que era más probable que se originara la revolución mundial. Fue a Varsovia, participó en la lucha y fue encarcelada. De estas experiencias surgió su teoría de la acción revolucionaria de masas, que ponía a esta acción colectiva como la herramienta más importante del proletariado, tanto occidental como ruso, para alcanzar la victoria socialista. A diferencia de Lenin, ella restó importancia a la necesidad de una estructura de partido cerrada, creyendo que la organización surgiría naturalmente de la lucha, por lo cual fue criticada repetidamente por los partidos comunistas ortodoxos. [2]

Liberada de su prisión en Varsovia, enseñó en la escuela del Partido Socialdemócrata en Berlín (1907-14), donde escribió La acumulación del capital (1913). En este análisis, describió el imperialismo como el resultado de la expansión de un capitalismo dinámico en las zonas subdesarrolladas del mundo. Fue también durante esta época cuando comenzó a agitar las acciones de masas y rompió completamente con la dirección establecida del partido socialdemócrata de August Bebel y Kautsky, que no estaban de acuerdo con su incesante impulso hacia la radicalización de la clase trabajadora. El Partido Socialdemócrata apoyó al gobierno alemán al estallar la Primera Guerra Mundial, pero Luxemburgo pasó inmediatamente a la oposición. En alianza con Karl Liebknecht y otros radicales afines, formó la Liga Espartaquista, dedicada a poner fin a la guerra mediante la revolución y el establecimiento de un gobierno proletario. Sin embargo, la influencia real de su organización durante la guerra fue muy limitada.

Liberados de la cárcel por la revolución alemana en noviembre de 1918, Luxemburgo y Liebknecht iniciaron inmediatamente la agitación para impulsar el nuevo orden hacia la izquierda. Ejercieron una considerable influencia en la opinión pública y fueron un factor que contribuyó a varios enfrentamientos armados en Berlín. Al igual que los bolcheviques, Luxemburgo y Liebknecht exigieron el poder político para los soviets de trabajadores y soldados, pero se vieron frustrados por la vieja guardia socialista conservadora y el ejército. A finales de diciembre de 1918, se convirtieron en fundadores del Partido Comunista Alemán, pero Luxemburgo intentó limitar la influencia bolchevique en esta nueva organización. Luxemburgo siempre fue partidaria de la democracia en contraposición al centralismo democrático de Lenin, pero nunca pudo ejercer una influencia decisiva en el nuevo partido. Debido a su papel en el fomento de un levantamiento comunista conocido como la Revuelta de Espartaco, ella y Liebknecht fueron arrestados y asesinados en Berlín el 15 de enero de 1919 por miembros de los Cuerpos Libres (Freikorps), una agrupación informal de grupos paramilitares conservadores.

La sobresaliente labor teórica y práctica de Rosa Luxemburgo, a través tanto de sus obras escritas como de su militancia, ha inspirado varias luchas en defensa de la dignidad humana y los derechos fundamentales, además de consolidarla como una de las figuras más importantes del pensamiento marxista y revolucionario del siglo XX. Asimismo, su papel eminente en espacios políticos y académicos, que en su época estaban completamente dominados por varones, hacen que sea una figura destacada en la lucha por la igualdad de derechos y oportunidades para las mujeres.