El término “efecto Mozart “fue acuñado por el médico francés Alfredo Tomatis para designar el desarrollo cerebral que se produce en el niño cuando escucha
música de Mozart, y por extensión al mismo efecto producido por otras músicas. La idea del efecto Mozart tiene su origen en 1993 cuando Francés H.Rauscher y
sus colegas realizaron una investigación en la Universidad de California, en el
Centro de Neurobiología, Aprendizaje y Memoria de Irving. Realizaron un estudio
en que 36 estudiantes de psicología aumentaron 8 ó 9 puntos en el coeficiente
intelectual espacial después de escuchar diez minutos de la Sonata para dos pianos en re mayor de Mozart.
Por tanto, los beneficios del efecto Mozart, que es real en cierto modo, no son específicos de la obra de este autor ni de la música clásica, sino que son compartidos por muchas otras composiciones e incluso por actividades muy diferentes, como pueden ser la lectura o el deporte. Por otro lado, y aunque no se ha demostrado que escuchar música clásica durante el desarrollo temprano sea necesariamente beneficioso, la práctica de un instrumento musical puede favorecer el bienestar emocional y el desarrollo cognitivo de los niños si ello les motiva y estimula intelectualmente. Algo similar sucede con otras formas de arte y creatividad.

-Edgar Mejía Hernández