Mujeres, “La deuda inconclusa, más allá del sermón para quienes son el motor
silencioso de la economía”
La clave de quienes más sostienen la vida y el funcionamiento de la sociedad no
generan reconocimiento económico ni social, en cambio viven en un silencio
constante. Las amas de casa no figuran en estadísticas laborales y mucho menos
tiene alguna jubilación, ni siquiera son percibidas como trabajadoras. Su labor es
sistemáticamente naturalizada, desvalorizada y explotada bajo la lógica patriarcal de
que es su rol y “nació para servir”.
Las mujeres que exclusivamente han estado dedicadas a ser amas de casa durante
años, han procurado que su hogar sea para ellas un espacio íntimo, aunque las tareas
comunes de todos los días suceden de forma cíclica y enajenada, ellas las realizan
con amor puesto que, detrás de cada comida servida, cada prenda lavada, e hijos
procurados, hay millones de mujeres que dedican su tiempo, su energía y su vida
entera al trabajo doméstico y de cuidado no remunerado, ni gratificado. Ellas también
son gestoras del bienestar familiar, sostenedoras de un avance económico y orden
político dentro de cada lucha peleada.
Estudios generados por el INEGI en México o los informes de “ONU Mujeres” han
demostrado que si se registrara y contabilizara el trabajo doméstico y de cuidados de
las mujeres como parte del Producto Interno Bruto (PIB), representaría entre el 18.8%
(2023) del mismo. Es decir, sin mover un solo engranaje de la maquinaria industrial, el
trabajo de las amas de casa sostiene un porcentaje clave del valor económico
nacional. Lo incómodo es que este aporte permanece oprimido, como si no existiera.
En el estado de Puebla, el INEGI estima que de 32.72% de la participación porcentual
respecto del PIB, las mujeres forman el 25.27% de este, (Cuenta Satélite de los
trabajos no remunerados de los hogares de México, 2023) por lo cual esta
problemática no solo es una teoría, sino que forma parte de la realidad de las mujeres
poblanas, donde no se les reconoce el valor que aportan a la economía.
El ser trabajadora doméstica es un trabajo fundamental porque permite que el resto
de la economía funcione, ya que garantiza que especialmente los hombres se
inserten en el mercado laboral y puedan reproducir su fuerza de trabajo, garantizando
el cuidado de nuevas generaciones, y las condiciones básicas de la vida.
Reivindicar el trabajo de las amas de casa no es romantizar ni idealizar el amor de las
mujeres por sus familiares, sino es reconocer que no hay economía, desarrollo ni
futuro sin el cuidado. Debemos considerar que el trabajo doméstico no es ayuda,
sigue siendo un trabajo, si no se ve así este se percibe como una injusticia que debe
de acabarse o cambiar.